EL AMIGO DE LA NOCHE
texto de Mostufa Rahmandoust
ilustraciones de Alain Bailhache
Al búho le gustaba mucho más la noche que el día. Cuando oscurecía, se sentía mejor que nunca. Volaba de aquí para allá, agitaba sus alas y silbaba como el viento.
Al amanecer, el búho se entristecía. Sentado en la punta de una rama, pensaba:
-Sería maravilloso que la noches nunca terminara. ¿Para qué sale el sol? ¿Por qué la calma y la oscuridad tienen que desaparecer para dejarle su lugar al día?
Mientras gruñía descontento el búho trataba de encontrar la manera de quitar del cielo ese enorme círculo dorado.
Un buen día, el búho tuvo una idea: si lograba volar hasta el sol, con su pico curvo y afilado le daría un picotazo tan fuerte que lo haría huir del cielo. Y eso fue exactamente lo que se dispuso a hacer.
Una mañana, muy temprano, emprendió el vuelo. Agitó sus alas sin detenerse en dirección al sol. Había comido bastante para sentirse fuerte, pero a medida que se acercaba, la luz y el calor eran más intensos, y el búho se sentía cada vez más cansado. Comprendió que no lograría llegar al sol y con las pocas fuerzas que le quedaban regresó a su nido.
-El sol se dio cuenta de que yo trataba de quitarlo del cielo- se decía el búho, mientras descansaba en el hueco de un árbol-. Por eso dirigió hacia mí sus rayos, para que no pudiera alcanzarlo. Pero no voy a darme por vencido tan fácilmente. Mañana comeré menos y beberé más agua. Así no estaré sediento y podré llegar hasta él. Si mis garras lo alcazan, no le quedarán ganas de volver a brillar.
Al día siguiente el búho bebió más, comió menos y voló hacia el sol. Batió sus alas y llegó muy alto. Pero no pudo alcanzarlo. Volvió a intentarlo muchas veces, cada día más hambriento y sediento que el anterior, pero siempre regresaba a su nido sin haber cumplido su deseo. Ya no podía disfrutar de la noches, pues estaba demasiado cansado. El búho comprendió que necesitaba ayuda.
Aquel día el sol estaba oculto detrás de las nubes. El búho tuvo una nueva idea:
-Si tan sólo pudiera llegar a la nube, si pudiera volar hasta ella, podría pedirle que se quedara para siempre en el cielo cubriendo al sol.
Un día nublado es, sin duda, mejor que uno soleado. Lástima que esta nube no sea aún más negra.
El búho voló hacia la nube; agitó sus alas hasta que por fin la alcanzó.
La nube era fría y gris. El búho, ya casi sin aliento, decidió descansar un rato en ella. De pronto se puso a llorar y a gemir. Su llanto era tan desconsolado que la nube sintió pena por él y también comenzó a llorar. Pasó un largo rato hasta que pudieron calmarse. Entonces, la nube preguntó al búho:
-¿Qué te ha sucedido para que llores de esa manera? Tus lágrimas podrían conmover a las piedras.
-¿Cómo puedo explicártelo? Mi felicidad es gozar de la oscuridad de la noche. El brillo del sol no me lo permite. En cuanto empiezo a mover mis alas y a sentir el aire fresco, el sol llega y cubre el mundo con sus rayos dorados.
-Si el sol no brillara...- comenzó a decir la nube.
Pero el búho no la dejó terminar y dijo:
-¡Por favor! ¡Ayúdame a librarme de la luz del sol!
-Desearía ayudarte, pero es el viento quien decide a dónde voy. Será mejor que hables con él.
-El viento es mi amigo. Algunas noches me ayuda a volar- dijo el búho después de pensarlo un momento-. Confío en él. Esta misma noche le hablaré.
El búho se despidió de la nube y voló hacia su nido.
El búho se sentía feliz. Había encontrado la manera de luchar contra el sol. Cuando oscurió, se sentó en una rama para esperar al viento. Mientras tanto pensaba:
-¿Y si el viento fuera amigo del sol y se negara a ayudarme? Debo decirle cosas que lo hagan enfadarse y lo conviertan en su enemigo. Si lo consigo, hará que la nube se quede delante del sol, y me habré librado para siempre de esa molesta luz.
Cuando el viento llegó, el búho comenzó a volar con él, y después de saludarlo, le dijo:
-He oído que el sol está muy disgustado contigo porque le has pedido a la nube que no deje pasar su luz.
-La nube está bajo mi control. Sólo yo puedo empujarla para que llueva. No es asunto del sol -le respondió el viento.
-Será como dices, pero he oído que el sol quiere desafiarte.
-¿Amí? Ordenaré a la nube que no se mueva de su lugar, para que los rayos del sol no puedan pasar... y para que se le quiten las ganas de desafiarme.
El búho, satisfecho, continuó: -Sería lo correcto, pero, ¿tienes poder suficiente?
-Ahora lo verás- dijo el viento, y sopló velozmente en otra dirección.
El búho se durmió. Soñó que tenía grandes alas negras, del color de la noche, y que con ellas había cubierto el sol para que sus rayos no brillaran en ningún lugar. Cuando despertó, por la mañana, estaba nublado.
El viento sopló muy fuerte, formó una gran nube delante del sol y decidió dejarla allí para siempre. Algunos días después, las flores comenzaron a marchitarse. Los pájaros dejaron de cantar. Las plantas se secaron.
Cuando el sol vio que sus amigos de la Tierra estaban tan tristes, decidió apartar a la nube. Sabía que el mundo necesitaba su luz.
El sol luchó contra la nube y el viento. Sus rayos de luz fueron espadas con las que hizo pedazos a la nube. Sus gritos resonaron como truenos en el cielo.
La nube fue vencida. El búho, desde su rama, había visto el combate entre la luz y la oscuridad. Comenzó a lloviznar: la nube lloraba.
El búho se refugió en su nido. Poco después se asomó y la luz del sol le hizo daño. En el cielo no quedaban rastros de la nube. Tampoco soplaba el viento. El sol reinaba otra vez.
Desde entonces, el búho duerme todo el día, hasta que anochece. En la oscuridad caza y se divierte. Cuando el sol aparece, regresa a su nido
2 comentarios:
Hola! me gustaria saber si podemos tener el mail de la seño de biblioteca de la mañana ya que queriamos enviarle un mail con algo de lo que hizo Joaco Bermejo de 6to A. Gracias!
Por supuesto! Pueden comunicarse conmigo al email de la biblioteca.
biblioteca22de16@gmail.com
¡Espero ansiosa!saludos, Anabella
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